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El mundo emocional de las personas con discapacidad intelectual

  • Foto del escritor: Sergio Leonel Martínez Venegas
    Sergio Leonel Martínez Venegas
  • 9 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 18 ago 2020

Al aproximarse a la cotidianidad de las personas con discapacidad, se puede entender de mejor manera la realidad que enfrentan, las dificultades y obstáculos a los que deben sobreponerse, no tanto por su condición sino por las actitudes y barreras que la sociedad les impone, sumado a una representación social que alimenta un sin número de creencias erroneás y el uso despectivo de diferentes términos para referirse a esta población.

Lo anterior sin duda alguna afecta la autoestima y la automotivación de la persona lo que incide en sus emociones, una dimensión fundamental en el desarrollo humano, motivo por el cual es primordial fortalecer y desarrollar capacidades socioemocionales que permitan afrontar de manera adecuada situaciones problémicas y realizar actividades con cierto nivel de eficacia.

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Las personas con discapacidad intelectual tienen un ritmo de aprendizaje diferente y un requerimiento de apoyos de acuerdo a sus necesidades; la clasificación del funcionamiento intelectual y adaptativo, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V, 2016), elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), establece cinco tipos de discapacidad intectual en función del cociente intelectual (CI).

La clasificación hace énfasis en el funcionamiento adaptativo y no en función del nivel de CI como se hacía en el DSM-IV, cambio que argumentan en base a que es el funcionamiento adaptativo el que determina el nivel de apoyos requeridos y además, las medidas de CI son menos válidas en los valores más bajos, lo anterior complementando por Sanz y Reina (2012), quienes afirman sobre el CI “es un elemento clasificador que supone solo una estimación de la capacidad mental de la persona”; destacando la importancia de identificar y reconocer que existen particularidades que fundamentan la diversidad como algo innato del ser humano, en donde prima la necesidad de garantizar la igualdad de los derechos de todos y todas y por otro lado recordando que la inteligencia cognitiva hace parte de la red de capacidades múltiples Gardner (1983), en donde también encontramos la inteligencia emocional (inter e intrapersonal), vislumbrando al ser humano con un ser compuesto por diferentes dimensiones cada una de ellas fundamentales para el desarrollo integral.

Muchas veces limita más un prejuicio que la misma discapacidad, antetodo las personas con discapacidad siguen siendo personas que viven y sienten las emociones.

 
 
 

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